... luego pensé que estoy bien aquí,
en mi nube azul
todo es como yo lo he inventado...
(Platero y tú)
(Platero y tú)

Pero la mayoría de la gente, cuando se le pregunta, admitirá
que alberga una extraña especie de afecto por las nubes. Es como un afecto nostálgico
y les hace pensar en su juventud. ¿Quién aquí no se recuerda pensando, buscando
y encontrando formas en las nubes cuando eran niños? Ya saben, cuando eran
expertos en soñar despiertos.
Pero lo que sí sé es esto: la mala fama que tienen las
nubes es totalmente injusta. Creo que deberíamos defenderlas, razón por la que,
hace unos años fundé la Cloud
Appreciation Society. (…) Las nubes no son algo de lo que quejarse. Al
contrario. Son, de hecho, el aspecto
más variado, evocador y poético de la naturaleza. Creo que
vivir con la cabeza en las nubes de vez en
cuando, ayuda a mantener los pies en el suelo (...) El mundo
digital conspira para hacernos sentir eternamente
ocupados, permanentemente ocupados. Ya saben,
cuando no están lidiando con las presiones
cotidianas de ganarse la vida y llevar
comida a la mesa, formar una familia, escribir
cartas de agradecimiento, tienen que
lidiar ahora con una montaña
de correos electrónicos para responder, poner al día
una página de Facebook, actualizar su Twitter. Y el observar las
nubes legitima el no hacer nada.
Y a veces
necesitamos...
A veces necesitamos excusas para no hacer nada. Estas diosas
patronas de los ociosos nos tienen que recordar que es bueno bajar el ritmo y
vivir el presente, no pensando en lo que hay que hacer y lo que ya debería
estar hecho, sino tan solo en estar aquí, dejando que la imaginación se aleje
de las preocupaciones cotidianas de aquí abajo y solo vivir el presente, porque
es bueno para uno y es bueno para el modo en que uno se siente. Es bueno para
las ideas. Es bueno para la creatividad. Es bueno para el alma.
Así que sigan alzando su mirada, admirando la
belleza efímera, y recuerden siempre vivir con la cabeza en las
nubes.
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